miércoles, 23 de enero de 2013

Capítulo 2: El mismo infierno.


Querido diario:

Desde ayer todo es aún peor que de normal. Papá llegó borracho otra vez, y esta vez la tomó con Cesc. El tate se encerró en su habitación, pero papá hizo que abriera la puerta. Se le oía llorar al otro lado de ella... Sé que Cesc no quería insultarle, pero la verdad es que papá a veces es un poco idiota. Escuché como Cesc lloraba y pegaba algún grito. También escuché bastantes insultos y gritos de papá, que no hacía otra cosa que pegarle con fuerza por todo el cuerpo. El tate terminó en el suelo. Mamá había empezado a llorar y yo estaba llevando a Jake y Mandy a su habitación. No quería que viesen aquello, o que alguno de los dos pudiese decir algo y que papá les pegase a ellos. Todo fue como una película de miedo...
Paso mucho miedo por la noche. Pero no tengo miedo a la oscuridad. Ni siquiera  a los monstruos que salen del armario o debajo de la cama. Todos los niños del cole tienen miedo a eso, pero yo no...Yo tengo miedo al monstruo más grande que existe: mi padre.
Si a la hora de comer se enfada mucho, por la noche lo hace aún más. Suele llegar muy tarde, y mamá siempre nos manda antes a la cama, porque dice que sino tendremos mucho sueño al día siguiente. Yo sé que no es por eso. Cuando llega papá siempre oímos muchos gritos y también como llora mamá. Nosotros también lloramos al oírla...
Todos los días me quedo mirando a las estrellas para ver si viene alguna estrella fugaz. Me gustaría que todo fuese como antes, que fuésemos de nuevo una familia normal, y que las peleas fuesen de mentira, como las que  hacemos a veces Cesc y yo. Pero nunca llega esa estrella fugaz, y nunca se cumple ese deseo...

                                                                                                                                             Olivia.


Aquella hoja del diario estaba llena de lágrimas de la pequeña Olivia, como muchas otras. Hacía tiempo que escribía un diario para poder desahogarse con alguien.

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Otra mañana en la casa de los Dawson Howliac, o más bien la casa del terror que era en la que se estaba convirtiendo. Como cualquier otro día de colegio, todos se levantaron, y se pusieron a desayunar. Todo parecía estar tranquilo de momento. Tan sólo se oían los choques de la cuchara contra la taza mientras desayunaban. Su padre nunca estaba a esas horas, pues, solía irse pronto al bar o se quedaba durmiendo hasta las tantas de la tarde, por lo que era el "rato tranquilo" del día. Aquel día no fue así.
La puerta chirrió al abrirse en una de las habitaciones. De allí apareció Joel, bastante despeinado y con cara de sueño. Únicamente llevaba unos calzoncillos y una camiseta sin mangas que en un principio era blanca, pero que al paso del tiempo había cogido un tono amarillento, lo que le daba un aspecto aún más desaliñado. Los niños le miraron por unos instantes y se terminaron el vaso de leche rápidamente, para dirigirse a sus habitaciones, vestirse y marcharse. Jake, Olivia y Cesc se adentraron el su habitación, quedando como última Amanda. La pequeña aceleró el paso hacia la habitación, tenía miedo de quedarse atrás. Joel se quedó mirándola e hizo que se diese la vuelta con un grave "¡Eh!". Mandy estaba segura de aquel grito se dirigía hacia ella, a lo que tragó saliva y cerró los ojos, dándose la vuelta hacia su padre. Tenía las cejas un poco alzadas y se mordía el labio inferior. Hacía aquello siempre que tenía miedo. Miró hacia él con aquellos grandes ojos azules y comenzó a hablar.

-¿Sí...? -Hablaba en bajo, casi para ella misma. Su voz era bastante aguda e infantil.

-¿Tú quieres a papá, Mandy?

La pequeña no quería ni imaginarse para qué le estaba preguntando aquello. La verdad es que dudaba bastante lo de quererle, pues, sólo le tenía miedo y algo de odio. Aún así asintió rápidamente, mientras movía el pie en círculos, nerviosa.

-¿Cuánto?

-Mu... mucho, papá...  -Miró al suelo rápidamente, cerrando los ojos con fuerza por un instante.

-Pues ven aquí, corre.

En esos momentos parecía un padre normal como cualquier otro. La niña pensó por un instante que iba a abrazarla o algo por el estilo. Se acercó como él dijo y le miró a los ojos, bastante seria. Por un momento iba a abrazarle pero entonces esa idea desapareció inmediatamente de su mente. Demasiado bueno para ser cierto.
 Pudo ver como se formó una sonrisa en sus labios mientras la miraba. Era una sonrisa satisfecha, y algo terrorífica. "Como esas que te imaginas en los malos de los cuentos" pensó. Joel la revolvió el pelo y la agarró de la mano, tirando fuerte de ella. Se acercó al oído de la pequeña y susurró lentamente.

-Tú vendrás con papá, y Olivia también.

Mandy no tenía ni idea de lo que estaba diciendo su padre, pero se imaginaba lo peor. No quería ir con él a ningún sitio, preferiría vagar sola por la noche a ir con él. Aquella cara aterrada volvió a mostrarse en la cara de la niña. Miró a su padre y rápidamente salió corriendo hacia su habitación.

-Llego tarde al cole. -Dijo para sí misma, esperando que su padre lo hubiese oído. Al entrar en la habitación cerró la puerta tras ella, corriendo hacia el primero de sus hermanos que vio: Jake. Él aún se estaba vistiendo, por lo que estaba sin camiseta. Se abrazó rápidamente a él y apoyó la cabeza en su hombro, comenzando a llorar. Él pudo darse cuenta de que estaba llorando por aquellas ardientes lágrimas que iban cayendo por su hombro. Jake la apartó un poco de allí y la miró a los ojos, acercándose a ella. Era una de las pocas veces que Jake miraba así a su hermana. Sus ojos mostraban tristeza, y estaba al borde de llorar.

-No llores tata, no pasa nada...

La volvió a abrazar igual de fuerte que lo había hecho ella antes. Jake seguía sin saber qué era lo que le había pasado, pero prefirió no preguntar hasta que su hermana se tranquilizase. Cuando paró de llorar, la miró y esbozó una leve sonrisa, algo falsa. Le secó las lágrimas con la mano y susurró un "sh, ya está".

-¿Qué te ha hecho, Mandy? -Pasaron unos segundos hasta que la pequeña contestó. Absorbió los mocos de una manera infantil y miró a su hermano. Tenía los ojos algo rojos.

-Dice que me voy a ir con él, y la tata Oli también... yo no "quero" eso, tate...

La pequeña había bajado la mirada al suelo, y seguía llorando en silencio. Por un momento no se oyó ni un solo ruido en la casa. Mandy miró su derecha, pues, estaba notando cómo alguien la observaba. Allí estaban sus dos hermanos mayores, mirándola fijamente. Tenían aquellos ojos que Jake había puesto, mostrando tristeza. Los de Cesc tardaron poco en cambiar. Frunció el ceño y fue rápidamente hacia dónde estaban Jake y Mandy. Se agachó a su altura, poniéndose de rodillas. La agarró por el costado y sonrió. Aquella sonrisa, a diferencia de la que le había dedicado su padre hacía tan solo unos minutos, mostraba felicidad y tranquilidad.

-No vas a ir a ninguna parte, enana. Y esa rubia de ahí tampoco.

Miró por un instante a Olivia, la cuál no había quitado la cara de asombro. Miraba a su hermano, esperando que le explicase lo que tenía pensado, pues, seguramente habría planeado algo para estar todos juntos. Cesc siempre había sido un niño con mucha imaginación.

-¿Cómo...? ¿Me lo prometes? -Dijo la pequeña Mandy, que ya había parado de llorar. Ésta alzó el dedo meñique, esperando a que lo juntara con el suyo, para así prometérselo. "Las promesas de meñiques no se pueden romper".

-Claro que sí, enana. -La revolvió el pelo con cariño y entrelazó su dedo meñique con el de ella, que era algo más pequeño. Aquella misma noche saldrían todos de allí y dejarían a ese borracho fuera de sus vidas.

Justo en ese momento entró su padre a la habitación. Algunos de ellos aún estaban sin cambiar del todo, por lo que rápidamente cogieron la ropa y se la pusieron, mirando a su padre, el cuál estaba colocado en la puerta, impidiéndoles el paso. Se quedó mirando a Cesc con la cara seria, casi sin expresión alguna. Se echó a un lado para que pudiesen salir de la habitación. No apartó la mirada de Cesc en ningún momento. El mayor de los cuatro, Cesc,  miró a su padre de reojo y después miró al suelo, esperando que no le dijese nada. ¿Se habría enterado de lo que había dicho...?
Ya estaban preparados para ir al colegio. Clare les besó a todos en la mejilla y les sonrió. Jake soltó un chiste de los suyos, los cuales no tenían mucho sentido. A Clare le encantaban esos chistes a pesar de que sus otros hijos nunca los pillaban. Soltó una pequeña carcajada y le agarró delicadamente de la barbilla a Jake, sonriente.

-Tened cuidado por el camino, pequeños.

Hizo una mirada hacia todos y los acompañó hacia la puerta, como cada día.

-Yo les aconsejaría rezar... -Dijo Joel por lo bajo, sin que nadie alcanzase a oírle.

lunes, 14 de enero de 2013

Capítulo 1.- Introducción.



La familia  Dawson Howliac siempre ha sido un tanto peculiar. Clare, la madre de la familia, quedó embarazada con tan sólo dieciocho años, teniendo que renunciar a sus sueños. Ella siempre había soñado con ser médica. Le encantaba ayudar a la gente, y salvar vidas era una gran manera de hacerlo.
Le dolió bastante tener que dejar los estudios para cuidar de su hijo, pero tuvo que hacerlo.
 El padre, Joel, era un chico bastante formal y serio, por lo que no se acobardó por tener que formar una familia. A pesar de que ambos eran muy jóvenes, la cosa fue muy bien, y al cabo de los años terminaron formando una gran familia debido al amor que había entre los dos.
 Su primer hijo fue Cesc. Cuando lo concedieron, Clare y Joel se mudaron a una casa situada en un pueblo pequeño. Desde luego aquel lugar era el mejor para crear una familia. Todos los habitantes se conocían entre sí, y eran todos muy amables, por lo que el pequeño Cesc creció querido.
Dos años después, sus padres decidieron tener otro hijo. Querían tener varios, pues, les encantaban los niños, o al menos a Clare. Fue una niña, Olivia. Al paso de los años, se fue viendo cómo era cada uno. Cesc, que ya tenía siete años, era un chico extrovertido, divertido y responsable, pero de vez en cuando hacía alguna trastada. Olivia, con cinco años era un niña también muy responsable pero mucho más trasto. Todo marchaba bien hasta que Clare volvió a quedarse embarazada. Esta vez vinieron dos; un niño y una niña, a los cuales llamaron Jake y Amanda (O "Mandy" que es como la apodaron. ) Desde entonces todo se volvió cuesta arriba. Había seis bocas a las que alimentar, y Joel tuvo que hacer varios trabajos para poder cuidar bien a los niños. Los años pasaban y la familia cada vez iba a peor. Joel fue despedido de sus trabajos por llegar tarde o tener una pelea con alguno de allí. Debido al estrés comenzó a beber y a beber, volviéndose bastante furioso e insensible al hacerlo. Clare tenía que ocuparse de todos sus hijos ella sola. Muchas veces no tenían nada que comer, y tenían que recurrir a los vecinos para conseguir algo de dinero.

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-¡Mamá, mamá! ¡despierta!
-¡MAMI!

Aquellas dos voces eran inconfundibles para Clare. Eran sus hijos menores, Jake y Mandy. Se levantó lentamente de la cama, o más bien de aquel par de mantas que había colocadas en el suelo. Sentía un gran dolor por todo el cuerpo, y hacía ya días que se notaba enferma, pero ella no decía nada, y tan sólo intentaba sonreír para no hacer pasarlo mal a sus hijos. Les dedicó una de esas sonrisas a sus dos pequeños y les besó en la frente. Se había quedado dormida hacía ya un rato porque se encontraba mal, y había dicho a sus hijos que la despertasen un rato antes de que llegase su padre para poder preparar la comida. Joel no trabajaba, pero todos los días salía a beber unas cervezas al bar y volver borracho a casa, como siempre.
Clare fue hacia la cocina y preparó sopa por tercera vez ya en la semana. Ninguno de los cuatro niños rechistaba. Tan sólo se sentaban en la mesa, cada uno en su respectiva silla, esperando su plato de comida.
El mayor de los cuatro, Cesc, movía las piernas de un lado a otro, inquieto por la llegada de su padre. Él sabía como era antes de que pasase todo aquello, y sabía lo que pasaba cada vez que llegaba a casa: solía quejarse por todo y no hacía nada más que chillar. Más de una vez el pequeño había intentado meterse en medio de una pelea entre ellos, pero siempre se había echado atrás por el miedo.
Se oyó como alguien abría la puerta de una forma brusca. Todos movieron la cabeza hacia la entrada, excepto la madre, que se limitaba a echar la sopa en platos. Pronto apareció Joel por la puerta. Era un hombre alto y fuerte. Llevaba aquella barba de dos días y olía a cerveza desde metros. Jake arrugó la nariz desde la mesa, pero enseguida agachó la cabeza para que no le viese. Odiaba aquel olor que desprendía su padre.

-Buenas tardes, papá...

Dijo Olivia, mirando casi de reojo a su padre. Joel le miró con el ceño fruncido y no dijo nada. Se sentó en su asiento mientras Clare terminaba de depositar la sopa en su plato y se sentaba también junto a ellos. Había un trozo de pan en medio de la mesa. Todos miraban hacia él, pero ninguno lo cogía. Sabían perfectamente quién lo iba a coger, y aunque tenían muchas ganas de comerlo, no hicieron nada. Pasaron unos segundos. Jake alzó la mano para coger el pan de la mesa, y justo cuando creía que ya era suyo, su padre puso la mano encima de él, casi llegando a matarle con la mirada. Jake sacó morros y guardó la mano, mirando hacia el suelo.

-Joel, cariño, los niños hace días que no prueban el pan... -Susurró Clare de la forma más amable, pero sin llegar a mirar a los ojos a su marido.

Pasaron unos segundos en silencio, hasta que la grave voz de Joel retumbó por el cuarto.

-¡YO TAMBIÉN LLEVO DÍAS SIN PROBAR UN TROZO, ¿CREES QUE YO NO QUIERO O QUÉ?! Maldita mujer...

Cesc tragó saliva y miró a su madre. Ella le correspondió la mirada negando a lo que creía que estaba pensando y miró hacia Mandy, que todo aquel rato había estado en silencio.

-Y... ¿qué tal hoy el cole, cielo?

La cara de la pequeña mostraba terror. No dijo ni una sola palabra, solo asintió, como dando a ver que el día había ido bien. Su hermano mellizo Jake la miró alzando las cejas y después miró a su madre.

-La seño nos ha dicho que el "bibujo" de hoy nos ha salido muy bien.

Ellos dos aún iban a infantil, y no hacían muchas cosas en clase, pero a Jake le gustaba presumir de aquellas cosas, por pequeñas que fuesen. El niño sonrió levemente y volvió a comer despacio.

-Qué comida más asquerosa, cada día la haces peor.

Aquel comentario fue de nuevo de Joel. Escupió al plato lo que tenía en la boca y cogió del brazo a Clare.

-¡He dicho que cada día la haces peor! ¿qué tienes que decir, eh? ¡mañana no quiero comer esta bazofia!

Cada vez apretaba más del brazo a Clare, y eso era algo que podía verse claramente al mirar su cara. Estaba a punto de llorar. Se esforzaba muchísimo por mantener en pie la familia y él iba en contra con todo lo que hacía. Cesc se levantó rápidamente de la mesa y empujó a su padre hacia atrás, para que soltase a su madre.

-¡SUÉLTALA! ¡Estás haciendo daño a mamá, idiota!

Aquello último no quería decirlo. Al darse cuenta de lo que había soltado, abrió los ojos y volvió a tragar saliva. Consiguió que Joel se apartase de su madre, pero ahora iba a por él. Fue retrocediendo hacia atrás poco a poco, mientras su padre comenzaba a gritarle. Salió disparado hacia su habitación y cerró la puerta.